Creció entre guitarras y tonadas en los valles de Colchagua, y a los 14 años se trasladó a Santiago llevando consigo la música y un puñado de sueños. Trabajó con caballos y en pavimentación, mientras, con su hermano, animaba fondas y fiestas populares. Hoy, con 101 años, sube al escenario como un testimonio viviente del folclore chileno: comparte cuecas con María Esther Zamora, Gepe y Jorge Martínez, y junto a Claudio Constanzo, Miguel Molina y Claudia Mena mantiene viva la tradición y la vida campesina en cada acorde, convocando a músicos de todas las generaciones.